Inteligencia artificial y dolor crónico

(Tiempo estimado de lectura 7 minutos)

«¡Es un robot con razón, maldita sea, con sus propios postulados! Cree sólo en la razón, y esto tiene un inconveniente…- ¿Cuál es? -Que por la fría razón y la lógica se puede probar cualquier cosa…, si encuentras el postulado apropiado». Yo, Robot, 1950, Isaac Asimov. Fijaros en la fecha de esta cita.

Comienzo un año más con esta ventana virtual que nos unió hace ya más de seis años, no cumpliendo mi promesa de hacer entradas más cortas, por un lado al dilatarme en empezar, y por otro porque quizá sean menos las entradas. La presente fue escrita hace semanas, pero nuestra particular «Bestia» emergió con más fiereza de lo que ya conozco y sentimos, y me ha tenido apartada de todo y necesitaré aún más tiempo. Es necesario hacer caso al cuerpo y mente en el necesario autocuidado, que a veces predico y olvido.

No he recobrado aún las fuerzas para escribir, pero como este texto estaba casi terminado, quería compartirlo. Os reconozco que no me resulta fácil buscar nuevos temas y evitar caer en la indeseada repetición. Las entradas, a veces, aparecen sin más tras una noticia o una reflexión, otras por una situación buena o mala, todo en un intento y deseo de que mis palabras cobren cierto sentido, y sean vuestras para con ellas dar u ofrecer al lector las múltiples caras del dolor y cómo les afecta a sus pacientes.

No cabe duda de que la inteligencia artificial está de moda y, sin duda, ha llegado para quedarse. No por ello, entre la incertidumbre y cierto recelo surgen, cómo no, las preguntas o las reflexiones que desearía compartir. una vez que la he redactado, he acudido al conocido como ChatGPT (editor de IA) para ver qué respuestas me ofrecía sobre esta tema y os las dejo al final. ,Unas que no he leído, previamente, para escribir estas líneas.

Hace tiempo que consulté varios artículos sobre los avances de la inteligencia artificial en el campo que nos interesa a nosotros como pacientes de dolor crónico, y bienvenido sea todo aquello que nos pueda mejorar o ayudar. Aunque en un tema tan importante como este, no desearía que los progresos terminaran en lo que expuse justo en la entrada anterior, una mayor deshumanización del dolor.

Así pues, reconociendo la excesiva carga laboral que soportan algunos profesionales, el poco deseo, en otros, que no todos, afortunadamente, de conectar o acercarse mejor a los pacientes, ante la mecanización e incorporación de las tecnologías, etc. me planteo: ¿se está relegando el gran arte de diagnosticar, escuchar y mantener una adecuada relación médico-paciente? Y con ello ¿perderemos aspectos tan cruciales como la solicitud de escucha, comprensión y un poco de empatía que difícilmente un procesador o un mecano o robot puede detentar?  Me surgen las eternas respuestas acomodativas que muchos escuchamos: hay que “adaptarse, normalizar, aprender, convivir, etc. con el sufrimiento”.

Nadie recela o debería al menos intentarlo, o si ya lo hace genial, sobre cómo nos esforzamos los dolientes por desempeñar a diario un trabajo constante. Mayor si cabe desde que el dolor forma parte de nuestras vidas, en un intento de que el dolor no nos deshumanice más y seamos mucho más que él.

Hace tiempo escribí una entrada sobre la empatía relacionándola con dos películas que podrían estar ahora de moda, Blade Runner y sus replicantes. No voy a repetirme y os dejo el enlace, porque terminaba o concluía señalando que estos llegaban a demostrar más empatía.

Como pacientes, ya sea de dolor u otra patología crónica, la inteligencia artificial y todo lo que llegará con ella es un hecho, como también lo es la percepción de un sistema sanitario al que, tantas veces, solo pedimos algo tan sencillo que es el hecho de saber escuchar. Más si cabe, ante unos sentimientos que nos desbordan, no ya al dolor físico, sino al emocional, puesto que tan importante es uno como otro.

La ausencia de una mirada, un dolor físico no resuelto por su complejidad, la espera infinita (ahora tu turno lo despacha una máquina, solo es un ahorro de recursos), las interminables listas de espera en las unidades de dolor y en todo, o cuando no entras en las estadísticas de lo esperado, y lo más duro el simple hecho de oír: “no tienes la actitud necesaria”.

Las máquinas o dispositivos que lleguen y su funcionamiento dependerán de quien las haya programado. Al tiempoes preciso contar con todas estas y más variables, y espero que la frase anterior no la escuchemos.

Sabemos la importancia que tiene la actitud, pero esta no nos define y es hora de que el positivismo tóxico comience a desterrarse. Soy, somos, eres más que mi, nuestro o vuestro dolor. Unas personas-pacientes que tuvieron y desean o aspiran a una vida más allá del aquel.

No es la primera vez que indico que el dolor experimentado en primera persona no puede ni va a ser el mismo al observado o imaginado por otros (el dolor ajeno). Las escalas visuales u otras que se hacen pecan de subjetividad (algo que no puede cambiarse por la naturaleza misma del dolor), y parece ser que la inteligencia artificial puede solucionar esto. 

Según Dolores López Alarcón: «Painkey es capaz de realizar distinciones entre los motivos de alarma o gravedad, en función de los tipos de dolor, y diferenciar los episodios de dolor agudo de los de dolor crónico. Además, puede distinguir a los pacientes con dolor crónico reagudizado y los que suelen acudir al servicio de Urgencias» (Desarrollan una aplicación para medir el dolor de los pacientes que acuden a urgencias).

En la entrada anterior comenté que las Tecnologías de la información y comunicación, conocidas como TIC´S podía deshumanizar el dolor, pero hemos de darles una oportunidad con ciertos límites. Me explico. Por ejemplo, en el momento de medir el dolor, resulta más sencillo en un dolor agudo, porque el paciente crónico con el tiempo ha interiorizado e incluso normalizado el dolor que vive y siente. Y así, sus estímulos pueden ser diferentes. ¿Será la máquina capaz de valorarlos? ¿Nos creerán cuando decimos que el dolor está en un nivel insoportable?

 «Los sistemas de IA pueden analizar grandes cantidades de datos clínicos, genéticos y de imagenología para identificar patrones y tendencias que pueden ayudar en el diagnóstico y tratamiento del dolor crónico. Esto permite una atención más personalizada y precisa, teniendo en cuenta las características únicas de cada paciente». “Inteligencia artificial y Big Data nuevas soluciones ante el dolor crónico”. 

Esto me recuerda a la llegada de las computadoras, y como tengo cierta edad me sorprendía la capacidad quelos primeros ordenadores personales tenían, junto a todo lo que nos han traído. La tecnología aplicada al tratamiento del dolor es una realidad incuestionable. Neuroestimuladores, radiofrecuencias, imágenes en cuatro dimensiones, y un largo etc.

Un experto en dolor como es el Dr. Abejón señala cuáles son los usos que nos puede traer la inteligencia artificial para una mejor comprensión del dolor de cada paciente. Desde la mejora en los sistemas de diagnóstico médico, que ayudarán a detectar y diagnosticar enfermedades de forma más eficiente y precisa, lo cual facilita que comience el tratamiento más rápido, algo esencial en el dolor. Al desarrollo de dispositivos de vigilancia que puedan detectar signos de dolor en el cuerpo humano y evitar el agravamiento. (“El uso de la Inteligencia Artificial promete grandes avances para el tratamiento del dolor”, Quirón Salud).

 Asimismo, el citado el Dr. Abejón asegura que «la IA ha conseguido capturar los cambios en los comportamientos corporales relacionados con el dolor a lo largo del tiempo. Además, se está empleando para desarrollar algoritmos de aprendizaje profundo que ayudarán a predecir con mayor precisión qué tratamiento sea más efectivo para reducir el dolor más eficientemente en un caso particular».

De igual manera, se pronuncian investigadores de la Universidad Carlos III y el University College London en relación a un proyecto de inteligencia artificial, que explicado de forma sencilla los anteriores han desarrollado unos modelos que detectan los cambios en los comportamientos corporales relacionados con el dolor a lo largo del tiempo, y así desarrollar medidas objetivas que mejoren su compresión  y con ello se optimar los tratamientos. “Los pacientes con dolor crónico tienen una nueva aliada: la inteligencia artificial”, El Español, 7 de agosto de 2023)

La subjetividad en la valoración del dolor es un hecho incuestionable, y si con ciertos patrones y algoritmos se pueden controlar y lo más deseable objetivarlo, con el fin de lograr o al menos alcanzar así un mejor diagnóstico, con el consiguiente tratamiento, bienvenido sean, con las cautelas ya indicadas.

Volviendo a uno de los textos citados (Inteligencia artificial y Big Data nuevas soluciones ante el dolor crónico), me ha sorprendido que se mencione su uso en campos como la psicoterapia y aquí, lectores, sí me pierdo. Puede referirse a la aplicación de sistemas como neurofeedback u otros, pero no comprendo cómo puede sustituir una terapia entre un paciente y su psicoterapeuta.

En citado artículo se refiere, precisamente, a este campo e indica: «Los sistemas de IA pueden adaptar las intervenciones terapéuticas según las necesidades y preferencias individuales de los pacientes, lo que aumenta la efectividad de la terapia y facilita su acceso a un mayor número de personas».

Con lo expuesto solo quisiera exponer una parte del panorama que se nos avecina y no soy contraria a los avances, y menos en todo lo que pueda ser un progreso en el alivio del dolor. Solo me cuestiono o focalizo la atención en las palabras, por ejemplo, del Dr. Abejón: «por más que la IA facilite diagnósticos y tratamientos, ninguno de estos avances sería posible sin el equipo humano, formado por grandes profesionales, que acompaña al paciente durante todo el proceso».

El tiempo, el oscuro e imparable tiempo, me ha ofrecido todas las caras. Los profesionales ahora disponen de muchas más herramientas que hace veinte o treinta años; y, sin embargo, las cifras de dolor crónico crecen y crecen. Cierto, hay más población, al tiempo envejecida y muchos con un dolor a menudo refractario, que ante tanto avance no responde. Se invierte en tecnología, si bien me pregunto si, igualmente, se hace en recursos humanos que la apliquen, enprofesionales formados y formadores, y si ahora lo relegamos a la llegada de inteligencia artificial y esta le dice al profesional que mi nivel de dolor es inferior al que yo siento, a quién creer.

¡Ojalá me equivoque y el programa con su objetividad valore mi grado de dolor sin demandar más analgesia!

Los propios investigadores a quien he leído insisten en la falta de recursos para desarrollar todo lo que está por llegar y que con ello se garantice una atención al paciente íntegra y de calidad, mientras, sabemos que el dolor no conoce de esperas.

Si la inteligencia (preferiría denominarla tecnología) artificial al que se le han incorporado todos los datos posibles los fenotipos, o perfiles sensoriales y muchos más, pero dudo que la mirada entre profesional y paciente para explorar los sentimientos.

David Goleman señala: «El conocimiento de uno mismo, es decir, la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, constituye la piedra angular de la inteligencia emocional». Inteligencia emocional (1966).

Y, recientemente, resulta de interés el artículo de Dolors Soler, Dra. en Psicología Institut Guttmann, y Alex López Márquez, Neuroingeniero: «Averiguar cómo responde el cerebro al dolor es la clave para encontrar el mejor tratamiento personalizado. Un biomarcador válido debería basarse en el reconocimiento de patrones de actividad cerebral correlacionados con la presencia del dolor, lo que podría ayudar  a hacer más objetivo su diagnóstico y también a mejorar su pronóstico» (¿La inteligencia artificial nos puede ayudar en la gestión del dolor neuropático?, Sobre ruedas, ISSN 2013-231X, Nº. 113, 2023, págs. 19-23)

Imagínese el lector que ya ha desaparecido el daño tisular que pueda justificar la nocicepción (es decir, la percepción consciente del dolor), aunque sigue sintiéndo la misma sensación. ¿Cómo actuar o qué hacer? Lo dejamos a la inteligencia artificial, dónde queda la citada y necesaria relación médico-paciente.

Para finalizar y ante de transcribir el texto que me ha escrito el ChatGPT os dejo algunas de las aplicaciones o indicaciones en dolor que va a traer o traído la inteligencia artificial, por los artículos que he consultado:

  • La base de datos Emopain. «Este estudio también pone de manifiesto la necesidad de una base de datos de referencia dedicada a analizar la relación entre el dolor crónico y la biometría. Esta base de datos podría utilizarse para desarrollar aplicaciones en ámbitos como la seguridad o la sanidad», Dr. Dehshibi. “Aprendizaje profundo al rescate del dolor lumbar crónico”, Cordis, Comisión Europea.
  • PainKey”. Una nueva app desarrollada por especialistas en dolor y urgencias del Hospital General de Valencia, esta aplicación permite una atención más temprana de los pacientes a través de la recopilación de datos sobre la intensidad, duración y localización del dolor mediante el uso de la voz.
  • La utilización de relojes inteligentes. Estos dispositivos pueden recopilar datos al instante sobre la frecuencia cardíaca, la actividad física, sensores del sueño y otros parámetros relevantes para el dolor crónico
  • Las gafas de realidad virtual. El proyecto de Grünenthal “Gafas de realidad virtual para Unidades del Dolor” fue reconocido por la revista mensual de economía de El Mundo, Actualidad Económica, como una de las 100 ideas más innovadoras puestas en marcha por empresas y organizaciones. Estas ya se usan en fisioterapia o en curas muy dolorosa. Personalmente, las he probado y logran por unos momentos que el cerebro esté en otro tema, pero los programas aún son escasos. Algo en lo que trabaja el profesor investigador y fisioterapeuta D. Héctor Beltrán, en la Universidad de Castilla-La Mancha. “Realidad virtual para huir de la realidad dolorosa”, y con quien he compartido inquietudes, estando muy involucrado en el tema.
  • Capacitar a los pacientes en las posibles herramientas educativas de inteligencia artificial, es decir, formar a los pacientes

Bienvenida sea los nuevos recursos si llegan de manera efectiva a los pacientes, a todos, y sabemos cómo están las unidades de dolor. Si una máquina puede decir a un profesional mi nivel de dolor y coincide con el que siento en ese momento, os lo diré de forma contundente. De momento, como antes he indicado, el dolor nunca espera.

Y aquí os dejo lo que ha escrito el Chat que veréis cómo se parece en el contenido, pero no en la forma que lo escribo o ¿sí? Os lo dejo tal cual.

Existe otra herramienta en el grupo de mensajeria de WhatsApp que se llma Luzía, que me enseñó el otro día mi amiga Yolanda y la verdad puedes preguntar lo que quieras y que te ofrezca un texto fácil para que tus familiares te comprendan. Os invito a que lo probéis.

He querido remarcar el tema de los asistentes virtuales y el apoyo psicológico porque la verdad me chirría. Ya estamos solos ante el dolor, pero es una forma de atender a esa soledad sobre la que escribí.

Ya escribió Gabriel García Márquez: «Se humanizó en la soledad». Cien años de soledad.

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