«Asusta» (miedo y dolor crónico).

 Todo asusta” de Gloria Fuertes (Caracas: Lírica Hispana, Poesía.1958)
"Asusta que la flor se pase pronto.
Asusta querer mucho y que te quieran.
Asusta ver a un niño cara de hombre,
asusta que la noche…
que se tiemble por nada,
que se ría por nada asusta mucho.
Asusta que la paz por los jardines
asome sus orejas de colores,
asusta porque es mayo y es buen tiempo,
asusta por si pasas sobre todo,
asusta lo completo, lo posible,
la demasiada luz, la cobardía,
la gente que se casa, la tormenta.
los aires que se forman y la lluvia.
Los ruidos que en la noche nadie hace
–la silla vacía siempre cruje–,
asusta la maldad y la alegría,
el dolor, la serpiente, el mar, el libro,
asusta ser feliz, asusta el fuego,
sobrecoge la paz, se teme algo,
asusta todo trigo, todo pobre,
lo mejor no sentarse en una silla”.

El verano pasado tuve la oportunidad de escuchar un podcast de RNE (26 de julio de 2018, os dejo el enlace) sobre la vida de Gloria Fuertes. Conocía su trayectoria como poetisa y escritora, si bien creo que sobre todo se la conoce más por su poesía infantil.

Tras esa entrevista me impresionó su trayectoria vital y profesional, cuando sin tener el bachillerato disfruto de una beca Fulbright para dar clases de literatura española del S. XX en Pennsylvania durante tres años. Para algunos que nos hemos dedicado a la docencia, sabemos lo difícil que es conseguir una de esas becas.

Gloria Fuertes
Gloria Fuertes

Su obra es extensa y no me puedo centrar en toda ella, si bien he querido rendirla mi pequeño homenaje con el poema que ilustra esta entrada y con otro que no tuve oportunidad de incluir en El dolor sí tiene nombre (enlace):

Ya ves que tontería
(en El libro de Gloria Fuertes, Antología de Poemas y vida)
“Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así”.

Bajo esa premisa “Asusta”, me gustaría reconocer su trabajo y escribiros sobre lo que me asusta, porque “si escribo lo que siento así disminuyo la fiebre de sentir” (F. Pessoa, El libro del desasosiego).

Hace tiempo que no me asusta el dolor como tal; sí, “tú mi dolor” inseparable compañero, como tampoco la muerte, porque al dolor le he puesto nombre y le veo venir, le siento, conozco sus aristas rasgando mis fuerzas y mi aliento, sus garras en mi cara, si bien no puedo decir lo mismo de la vida contigo, esa sí me asusta, cuando te conviertes en ingobernable, en el artífice de mi sufrimiento que no conoce fronteras.

¿Por qué? Porque el tiempo sigue pasando de forma inexorable, el dolor cada vez se hace más poderoso sobre todo en mi mente, y veo como ya he recorrido ese camino sin retorno, una simple vereda carente de tocones que me permitan hacer una parada sin prisas.

Contemplo a una sociedad que no se conciencia, o solo lo hace los primeros cinco minutos, de que es un problema que necesita ser atendido para darte una calidad de vida antes de que el final llegue, sin olvidar que sigue juzgándote porque no te ven.

Es una realidad que asusta o ¿no?, pues el dolor crónico no tiene ni sabe de esperas, ante el que no se pueden poner barreras a los avances o a los tratamientos.

No me asusta el miedo, es un sentimiento o emoción (racional e irracional) porque aunque conozco la enfermedad, en concreto, la neuralgia trigeminal, y vivir con esa «bestia» que es es su dolor, el miedo o la incertidumbre que me provoca, sin quererlo se ha incorporado a mi mente, habita conmigo.

Quizá en mi infancia y juventud al espanto le burlaba o simplemente no me acercaba cuando me acechaba, bastaba con evitarlo cuando era posible. Podías tener miedo a ser rechazada por ese amor de juventud, por los besos y caricias que se esfumaban. Todas las personas padecen esas emociones ante hechos amenazantes y las relaciones son múltiples, buscando el qué hacer.

Ahora en la edad adulta cuando vives atada al dolor crónico, solo tienes miedo a que el dolor sea incontrolable, a más decepciones, duelos, páginas que seguro has de pasar e incertidumbres a la pregunta: ¿hasta cuándo? Ya no se la realizo al dolor que sé que no marchará, sino al nivel con el que habitas conmigo. Es inevitable, aunque trates de poner barreras a tu mente ya está tan anegada que no es capaz de absorber más lágrimas, ni soporta el continuo envite de las olas.

“Actúo así ante los miedos: los acepto para restarles importancia. Los hago míos para que no me sorprendan (…) Así que dime tú qué es peor: morir de miedo o vivir con él” (Elvira Sastre, Aquella orilla nuestra).

Me miro al espejo y solo me asusta mi mirada, que mis ojos y mi boca ya no rían como antes, o ver el dolor en los ojos de quien me observa con cariño y comprensión pues sabe, que sin decir nada, sigo sufriendo. Sé que poco puedo hacer y claro me asusta y apena su impotencia.

Sculpture de Sophie Favre

¿Te asusta un fantasma? Ojalá el dolor fuera eso, una fantasma, porque estos pueden tener la apariencia de muchas cosas, de un sueño, de una rabia insertada de manera muy profunda, de la inseparable y dañina culpa, incluso del dolor, pero solo es un fantasma, y no existen más que en nuestros sueños.

  «Como alguien que, en un solitario camino,
Avanza con miedo y terror,
Y habiéndose vuelto una vez, continúa,
Sin volver la cabeza ya más,
Porque sabe que cerca, detrás,
Tiene a un terrible enemigo» .
(Poema recogido en Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelly)[1]

Me asusta el declive de una sociedad cada vez más individualista, que aun pareciendo generosa no comprende la soledad interior de un cuerpo maltratado y aún no vencido; y lo peor de una violencia que se retroalimenta. Que la juventud no tenga inquietudes, que solo se conecten a una realidad virtual sin ver con los ojos que tienen, y solo prefieran una cámara o recordar una fotografía, cuando las mejores fotos e instantes son las que guarda nuestra memoria.

«A veces tengo miedo de mi corazón, de su hambre constante de lo que sea que quiera. La forma en que se detiene y comienza», Edgar Allan Poe.

Me asustan las guerras, todas, la violencia en todas sus manifestaciones, verbal o física, las metáforas bélicas para hablar de la enfermedad, pues el sufrimiento propio ya está asumido, no así el que tenemos tan cerca. Miles de niños sin nombre e identidad, por miedo a que se mueran o porque no están en el sistema, ya que sus padres ni siquiera les han dado un nombre legal (Nos lo recuerda la directora Nadine Labaki en «Cafarnaúm», que congela al espectador, sabedora que la realidad es siempre mucho peor).

No me asusta envejecer y ver la vida pasar, será el hecho de estar en la edad adulta y haber consumido ya media vida, aunque sí que este capítulo de mi vida le pueda aparcar o poner unos puntos suspensivos, porque soy consciente que no le puedo cerrar. Si bien, gracias a la vida o en realidad a las redes sociales encontré una Candela que me ha iluminado el camino, ayudándome a superar gran parte de estos temores con el bien hacer que la caracteriza.

Me asustan mis pensamientos, esos sí que me estremecen, pues habito en una montaña rusa desenfrenada. Cada vez me inunda más el pesimismo aunque intento mantener un halo de esperanza (un pesimista piensa que estamos en el peor de los escenarios y el optimista que aún puede ser peor, me quedo con el primero).

Ante esa idea de la conciencia plena del aquí y el ahora que te predica desde algunas terapias conductuales (el mindfulness), ya no me asusta si lo logro o no. Lo intento cada día, aunque evito el positivismo que a veces nos imponen y me llega a asfixiar. Quizá en eso sea demasiado racional. A lo mejor ahí radican muchos de mis problemas que no me dan la ansiada tregua. Demasiados golpes en el jarrón de mi mente que ya no se pueden pegar o coser.

Me asusta el no poder ser el protagonista de mi vida; así es, puedo desempeñar el papel principal de mi enfermedad, si bien ¿podré seguir escribiendo el prólogo de mi vida, el siguiente capítulo?

No me asusta el futuro, no existe como tal, aunque necesito que me den un poco de aliento para tener un atisbo de por donde se encuentra la puerta.

Me asusta que un día mis sentimientos y palabras cesen porque mi mente esté demasiado cansada, que me vea ante el papel sin saber qué decir. No es el pánico de un escritor a la hoja en blanco, es el miedo a no tener ya nada que expresar, porque la fiebre que trato de calmar escribiendo haya agotado el sentido de escribir mis vivencias y pensamientos.

Me asusta no cerrar algunos capítulos y que siempre estén abiertos. Atesoro mis cuadernos de notas con los libros que he ido leyendo, de las historias que me han sumergido en otra realidad. Me encanta cerrar esos capítulos para abrir uno nuevo. El dolor sí tiene nombre abrió mis venas y pensamientos; cuánto ansío escribir una segunda parte con un capítulo en el que escriba “No me asusta”.

   BOSQUE INCENDIADO de Elvira Sastre
(La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida)
“Me duele un pasado que no cicatriza,
el chillido de un fantasma que
nunca se va.
(…)
Me duele el daño que
me hicieron
en un todavía que se alarga,
como el tiempo que no cesa
y permanece
como aquello
que se asume y no se lucha. (…)”.

[1] The Rime of the Ancient Mariner (Balada del viejo marinero) de Samuel T. Coleridge, asiduo visitante de casa de los Godwin.

17 comentarios sobre “«Asusta» (miedo y dolor crónico).

  1. El viernes Santo falleció mi suegro tras un final durísimo, de dolor, dependencia, de dejar de ser él, … Todo el mundo comentaba en el velatorio lo mismo, ya dejó de sufrir, yo decía que eso era lo que yo quiero para mí, dejar de sufrir. Todos enmudecían, me ponían ejemplos de cosas a las que yo me podía agarrar para seguir, que son ciertas y que yo lo sé, a eso me agarro, pero todo es a base de un sobreesfuezo físico y emocional que inevitablemente me está pasando factura. Al final se apiadaban de mí al verme tumbada el poco tiempo que pude estar, arrastrarme luego con el andador por el esfuerzo realizado para llegar al coche que me llevara de nuevo a mi claustro -mi casa, mi sofá, mi cama, donde veo pasar los días, los meses, los años😔-. Algunos llegaron a comentar que para estar como yo preferirían no jubilarse nunca. Ya lo sé, esto no es vida, pero es mi vida, esa que me asusta, como a ti Leo.
    Me asusta el amanecer, sé cómo será luego el día.
    Me asusta el anochecer, también sé lo que es la noche.
    Me asusta vivir una vida de sufrimiento, sinsentido, para nada, pero sufrimiento.
    Me asusta no controlar mi dolor emocional, de joven perdí el control y sé hasta dónde puedo llegar.
    Me asusta tanto perderme en el laberinto de Fauno…
    De nuevo me veo reflejada en tu post, muchas gracias por compartir parte de ti.
    ¡Qué duro es vivir con dolor crónico!, me repetiré los mantras que uso gracias a los #pacientesquecuentan que tanto me han ayudado a saber que no soy un bicho raro, sólo una persona con una enfermedad crónica incapacitante, pero #AnteTodoPersona. 😘🍏
    #NoDesistir
    #SiempreAdelante
    #MuchaFuerzayPaciencia 💪❤️💋🍏

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  2. Leo, te has superado con esta entrada. Felicidades. Me he sentido por desgracia MUY identificada contigo. Yo tb tengo todos esos miedos y encima m exijo.
    Además es q lo q describes lo he sentido hoy.
    Un gran abrazo.
    Hablamos

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        1. No sé si te refieres al blog. Si es así dependiendo de cómo lo veas en el teléfono o en el ordenador, hay un botón para seguir el blog, justo después de las estadísticas, bien en el lateral o al final según el dispositivo como le he comentado.

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  3. Me asusta que un día mis sentimientos y palabras cesen porque mi mente esté demasiado cansada, que me vea ante el papel sin saber qué decir. No es el pánico de un escritor a la hoja en blanco, es el miedo a no tener ya nada que expresar, porque la fiebre que trato de calmar escribiendo haya agotado el sentido de escribir mis vivencias y pensamientos.

    Justo aquí estoy yo ahora, fue tanto lo que escribí y denuncié que ya no sé escribir, espero que a ti nunca te pase.

    Todo mi cariño y mi apoyo.

    Dory

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  4. Genial entrada.
    A mi me asusta que esto no cambie nunca, y que siga siendo así cada día, o peor…
    me asusta que me inviten a un evento, o que cuando me despida de alguien diga eso de » a ver si nos vemos más» … porque las respuestas que se me ocurren suelen ser muy bordes, y no soy borde…
    Hay tanto que asusta y a lo que debemos plantar cara cada día…
    SUper identificada contigo estoy. Te sigo.

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  5. Es precioso Leo,cuando lo leo me siento muy identificada,verdaderamente asusta,asusta un nuevo dia igual,asusta solo pensarlo.Me ayuda mucho leerte,a veces me dan ganas de llorar

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  6. Tantas cosas en común…. tantos silencios guardados… tanto dolor… pero una cosa en Segura, el seguir andando en ésta Vida tan llena de sorpresas.
    Miedo a decir lo que sientes
    Miedo a despertar y saber que día me espera
    Miedo a dormir y saber que tanto podré lograrlo
    Tantas cosas que decir y tantas cosas que callar.
    Y si. Mi dolor si tiene Nombre!

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  7. Enhorabuena Leo!!! Menudo post, según iba leyendo más identificada me sentía. A mi no me asusta la muerte, me asusta sufrir más. Gracias por ayudarnos a tantos a sentirnos menos solos

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    1. Gracias Mónica es una de mis entradas más personales y que siempre quise abordar. El tema del miedo, no a la muerte, ni al dolor en sí, sino a su persistencia que vuelve con envestidas. En su momento, no fue muy leída, pero para mí sigue siendo y será una de las que me han dejado huella al escribirla. Un fuerte abrazo, me gusta recibir comentarios de todo tipo y de ese modo seguir escribiendo.🫂😘🍏🤗

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