“Alguien ahí afuera cree en vos” (Elvira Sastre, La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida).
(…)
«He acariciado mis heridas,
esos recuerdos que uno llama aprendizaje
y a mí me duelen como el frío,
este frío que uno llama supervivencia
y a mí me duele como la vida»
(…)
Hace unos días dio comienzo un nuevo año, algunos hablan de década aunque lo correcto es que será necesario acabar este año que estrenamos para darla por terminada. Sin saber lo que me deparará en muchos aspectos, y es mejor no pensarlo ante la consabida idea de que el futuro solo es eso, en el tema que ilustra este blog creo que tengo cierta ventaja adivinatoria. Lo que sí puedo cerciorar son las no pocas decepciones por unas expectativas que pretendo rebajar o eliminar, y a las que ya debería estar acostumbrada, si bien en la condición humana que poseemos no consigo hacerlo, de ahí las heridas abiertas que ha sido el título elegido para comenzar este 2020.
Un propósito para este año tan singular va a ser el intento de acometer entradas un poco más cortas, esperando que lo cumpla con esta que ahora inicio.
El título proviene de una novela que leí hace un par de años de Gillian Flynn, aunque el original es Sharp objects (2006), autora de otras novelas como Perdida y El adulto. Leer una de esas aficiones que deseo mantener porque como expongo en la sección de lectupíldoras de pacientes que cuentan, al menos en mi caso me sirve para distraer el dolor.
Bueno entrando en materia, el libro como suele suceder con otros americanos ha sido llevado a la televisión, en este caso con una serie de la productora HBO que en mi opinión se ha adaptado bastante bien.
No es este el lugar para hacer una reseña del libro, aunque solo os desvelo que la protagonista, una periodista llamada Camille, debe volver a su hogar para cubrir un reportaje de unas niñas desaparecidas, lo que le obliga a rememorar unos recuerdos que aún permanecen en su cuerpo y en su mente, unos desgarros que nunca cierran y para las que decidió poner distancia, siendo más acertado el título original.

«Me estremecí de dolor una sola vez, fuerte, como el punto que se teclea al final de una frase», (Heridas abiertas).
Precisamente esas heridas abiertas me sirven de símil para hablar una vez más del protagonista del blog, el dolor crónico, la neuralgia trigeminal o algia facial como prefiera el profesional que me lea o me trate, porque por mucho que le cambien el nombre para mí seguirá siendo el huésped indeseable que me robó tantos sueños.
La herida abierta puede ser física o emocional porque ambas están expuestas y cuando crees que has logrado colocar un pequeño apósito en tu mente para que deje de sangrar, aparecen las fisuras o esas grietas que siempre han existido.
Es muy difícil y requiere un gran trabajo cerrar o taponar esta clase de heridas, porque tal y como fui exponiendo el año pasado cualquier situación de estrés, miedo, o el simple paso del tiempo sobrevuela sobre ellas y las vuelve a rasgar porque cierran en falso, y de esto conocen bien los profesionales sanitarios.
Cuando uno de estos últimos se enfrenta a una herida abierta puede tener las ideas claras sobre qué hacer para que cierre y sane. Ahora bien, no puede evitar que algunas se convierten en crónicas, como ciertas úlceras, siendo necesario descubrir la causa para lograr el mejor tratamiento, por lo que prima un diagnóstico diferencial dirigido a tratar el origen de la herida como eje fundamental, lo cual tampoco garantiza la cicatrización en todos los casos.
Si ello ocurre con una herida física, y aun así se sigue abriendo pese a que también pones de tu lado para controlarla, cuidándola con mino, tomando todos lo necesario para que cierre y solo quede finalmente la consabida cicatriz, que te traerá el recuerdo de la situación que provocó la misma. Con las emocionales igualmente pones los medios, creyendo que han cerrado o están en proceso y al mínimo contratiempo se vuelven a rasgar y quizá con estas últimas tardas en darte cuenta porque solo las sientes y no las ves ¿o sí?

¿Qué causas pueden intervenir?
La principal causa considero que es clara, al ir ligada a la propia enfermedad que la origina y caracterizada por su cronicidad, porque el tener un diagnóstico en materia de dolor no es garantía siempre de un tratamiento efectivo. Con los avances actuales es cierto que la citada cronicidad se mantiene, si bien ahora los profesionales cuentan con un mayor número de medidas a su alcance. Esto último no es garantía para curar o aliviar lo necesario el dolor, aunque la intensidad puede llegar a variar, de ahí que la herida siga abierta.
Al igual que les sucede a otros pacientes que viven con este tipo de heridas, has de adaptarte o aprender a manejar esa herida, tratando que no se irrite o infecte más, debiendo mimarla o cuidarla pues a veces olvidamos el autocuidado personal y emocional. Tanto la alimentación, como el ejercicio u otros hábitos saludables van a afectar a esa herida, que seguirá sin cerrar, pero el paciente ha de poner de su parte todo lo necesario para que no se abra más.
Que sangren o se abran lo menos posible, incluso cierren en falso te ayudará en el proceso, a sabiendas que no podrás nunca mostrar la herida porque al igual que su causa, es invisible. Nadie verá tus heridas, y si tienes cicatrices físicas de una intervención frente a ese dolor, espero que su roce te traiga el grato recuerdo de un dolor superado y no que te devuelve la misma sensación que yo tengo. Me gustaría tener solo cicatrices que enseñar o disimular, aunque solo esas cicatrices que surgen cuando un cuerpo se ha curado.
«Me quebré por dentro y una nueva herida cruzó mi espalda, convirtiéndose en cicatriz antes de sangrar» (Días sin ti, Elvira Sastre)
Otra causa que no es física sino obedece más al plano de lo cognitivo que mantiene una herida abierta es la incertidumbre, aquella de la que quieres defenderte cuando te ves prisionera de la misma.

«Es inevitable que cometa errores. -A mí los errores no me importan -repliqué-. Me importa la incertidumbre». (La elegida, 2014, Kiera Cass)
Con esta última todos convivimos de una u otra forma, ya sea en el trabajo, en una relación personal, unos estudios, la familia, etc. y hemos de aprender a manejarla peor o mejor. Una incertidumbre mantenida te generará inseguridad y la consabida ansiedad. Nos gustaría saber qué va a ocurrir, y llegado el caso anticiparnos, o evitar que nos pille desprevenidos. Los especialistas te aconsejan que busques mecanismos de cierre, gestionar en lo posible las emociones, y preguntarte si puedes cambiar algo. Ciertamente hay quien la tolera mejor y otros peor, porque el ser humano tiende a aferrarse a lo conocido y previsible, va en su naturaleza.
«La incertidumbre es casi peor que el dolor, como tal vez comprendas algún día» (La historiadora, Elizabeth Kostova; me ha parecido una cita muy interesante, porque preferiría manejar solo la primera, y que no fuera la que incremente mi dolor).
¿Somos por ello especiales los enfermos de dolor crónico? En mi opinión, la respuesta, es un no tajante porque nos hallamos sometidos, en la mayor parte de los casos, a una incertidumbre asociada a la propia evolución de nuestra enfermedad, a unas respuestas que no existen, así como a la presión continua que nadie ve, salvo el enfermo. No es que no queramos salir, como dicen algunos expertos sobre psicología, de nuestra “zona de confort”, la cual nos llevaría a aprender de lo desconocido, ya que esta no existe cuando sufres un dolor invisible a los ojos de los demás.
Si el dolor no cesa la herida tampoco podrá cerrarse con los riesgos que ello conlleva. En muchos casos, no existen respuestas a tu situación compleja, y es humano que las busques, te quejes o reclames sin que por ello aparezcan, por lo que debes aprender a manejar todos los escenarios para que el sufrimiento se pueda minimizar.
Aprecias los cambios y avances que se están produciendo en la medicina y que no dejan de asombrarte, al tiempo que contemplas como tu herida sigue abierta. Para un paciente es sumamente frustrante ver que el profesional joven que tiene delante no apuesta por este último, quizá por la complejidad de su cuadro o por no ver posibles resultados a corto o medio plazo, cuando solo aspiras a mejorar tu calidad de vida. Este hecho me abruma porque en esta media vida con dolor, esta situación se produce cada vez más y en profesionales más jóvenes, aunque afortunadamente son la excepción, al menos quiero creer que es así.
Cuántas veces habremos escuchado a alguien que tras una enfermedad grave o de una mala situación laboral, descubrió o relativizó las circunstancias, le facilitó una mayor reflexión o perspectiva. Ahora bien, cuando esta se prolonga sine die, ¿llegas a encontrar esa nueva perspectiva? Puede que ahí se encuentre la clave, en el famoso “quizás” la siguiente funcione o no, porque estamos ante un continuo cambio, y sabemos que el miedo paraliza, pues como escribí solo le tengo miedo al dolor crónico. Miedo e incertidumbre van a menudo de la mano, aunque este primero es muy diferente al que te puede provocar, por el ejemplo, el error a equivocarte. No obstante, es preciso aprender a flexibilizar y conocer que no siempre se halla en nuestras manos el manejo de las mismas, pidiendo ayuda sin esperar a que las emociones se desborden.
Lo cierto que hasta entonces habrá heridas que no se cierren o lo hagan en falso, volviéndose a abrir sin sangrar, tanto en tu cuerpo como en tu mente. Al igual que existen obras interminables o novelas que nunca se acaban, o problemas que no se resuelven y se enquistan. Es cierto, la comparativa no es buena porque una herida abierta por el dolor te recordará el porqué de la misma, y siempre me gusta dejar una página en blanco para escribir el siguiente capítulo.
Hace poco leí un interesante artículo que llevaba por título ¿De quién es el dolor? Cuando el gran problema de la salud pública se sufre en privado, de Mar Calpena, en el que el Dr. Dürsteler nos vuelve a recordar lo que tantos sabemos y no por ello deja de sorprendernos, porque dice el artículo “el dolor sigue estando siempre allí, acurrucado, como un recordatorio de mi propia mortalidad, y posiblemente, al igual que la soledad a Moustaki, nunca me abandonará del todo”. Y más gráfico es el profesional cuando acaba indicando: “Nosotros no curamos, pero acompañamos y mejoramos la calidad de vida del paciente. El dolor no es solo un problema de salud pública, es el problema de la salud pública”.
¿Cuándo cerraremos las heridas del dolor crónico? La respuesta en mayor o menor medida tristemente la conocemos, pues no está solo en nuestras manos, sino en las de los profesionales en la materia, que sin duda necesitan de más recursos y medios. Lo que si debemos hacer o intentar que sangren menos, cuidarnos y seguir escribiendo o actuando para que estas heridas sean visibles para una sociedad que continua sin ver el problema.
«Afrontar un problema dificultoso a menudo requiere ver dónde se encuentra el punto de apalancamiento, un cambio que con mínimo esfuerzo llevaría a una mejora significativa y duradera». (La quinta disciplina, 1990, Peter Senge).
Me encantaría poder responder a tu última pregunta y decirte que pronto se cerrará la herida del dolor crónico, pero sé que aunque la incertidumbre me acecha, tengo una certidumbre, el dolor seguirá marcando nuestro día a día, y sólo con juegos de malabaristas, podremos tener la falsa sensación de que se está cerrando, en falso, como ocurre siempre😔, para que se repita lo mismo, con pequeños matices, una y otra vez, hasta …
Tampoco me creo especial, mi enfermedad crónica dolor, es eso, una enfermedad más con la que se debe aprender a vivir, lo que pasa es que en nuestro caso, al ser un dolor benigno, no sirve de nada, solo hacerte sufrir de manera innecesaria. Si fuéramos robots nos pondrían cambiar los circuitos estropeados, pero somos humanos. En fin Leo, que hay heridas difíciles de curar e incluso incurables, y que hay que intentar, junto con los profesionales sanitarios, que no se hagan más grande. Cuenta conmigo para ayudarte en esa ardua tarea. 😘😘🍏🍏
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Gracias Vero. Me he acordado de ti y de otros al escribir esta entrada. Estuve a punto de titularla cuerpos rotos.
Yo tampoco tengo respuesta a la pregunta o sí la tengo pero la reservo para mí, esperando que cierre en falso por una temporada. Todos sabemos que las heridas que no se cierran y se abren una y otra vez no solo se enquistan, también creo que durlen más, porque se une al dolor inicial el que se repite sin cesar.
Podía haber empezado el año con otra perspectiva pero aún no la tengo, no soy de esas personas que relativizan o salen fortalecidas de una situación.
¿Quién puede salir mejor de una experiencia que no ves cómo ponerla un punto y aparte?
Gracias por tus palabras y se que puedo contar contigo.🍏🍏😍
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Queridisima Leo: Mira que has escrito entradas buenas pero esta es de un sobresaliente alto. Que bien explicado y documentado todo y lo mejor/ peor me veo en cada línea, cada letra soy yo.
Yo tampoco tengo la respuesta aunque como todas sabemos que nuestro dolor continuará pero cómo. Yo empeoré hace dos años y medio significativamente pero desde el verano he empeorado más.
Así que mi herida dolor crónico seguirá y como no somos carne. sangre y huesos, las heridas emocionales se remueven y uffff como duelen.
En fin, gracias por estar ahí. Un abrazo de algodón
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Gracias María José por tus palabras. Es triste que tengamos tantos unas heridas abiertas para las que no hay respuestas sobre cómo cerrarlas, o mitigarlas de alguna manera o modo. Como le comenté a Vero compartimos sin conocernos unas vivencias que nos acercan y al tiempo me permiten compartirlas.
Y no solo a nivel físico, también emocional que tanto duelen sin ser vistas. Un fuerte abrazo de algodón.
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