«Matar a un ruiseñor» (coraje frente al dolor).

arbol blanco y negro

Antes de dar comienzo a la época estival, y poner un poco de pausa a este blog, me gustaría explicaros un poco el título de esta entrada. A algunos puede que es suene o incluso la hayáis leído, Matar un ruiseñor es una obra de la literatura norteamericana, cuya autora, Harper Lee publicó en 1960, y fue por ella ganadora del premio Pulitzer en 1961. La obra fue llevada al cine por Robert Mulligan, de manera bastante acertada, según mi opinión.

¿Por qué utilizar este clásico para una entrada en el blog dedicado al dolor?

Recientemente se publicó la segunda parte del citado libro, o mejor dicho una continuación de la anterior novela, que esta vez lleva por título Ve y pon un centinela, la cual fue hallada de forma casual, y que la autora no quiso publicar. En mi opinión, esta última es un tanto contradictoria con la anterior y quizá por eso no la quiso sacar a la luz, pero ahí está. Yo he leído recientemente la última, ya que desde hace años, y más aún desde que convivo con el dolor, en los libros he encontrado una pequeña ventana que me trasporta a otro mundo, alejado y en cierta medida impermeable sobre todo al dolor mental, aunque no siempre, y es junto a Morfeo mis grandes tesoros en estos momentos. Soy consciente que los enfermos de neuralgia del trigémino están polimedicados y son muchos los efectos secundarios que impiden llevar una vida normal, pero 15 minutos al día de terapia lectora como yo diría, es una manera de meternos en otra realidad. Como os he indicado, en la soledad que a veces tenemos que vivir, la lectura nos ayuda a recrear las historias que nos cuentan, reales o ficticias, pero historias que nos acompañan.

libro

Como os indicaba, esta segunda novela, me llevo a releer la primera de nuevo, y todo ello me llevo a darle título a esta entrada para el blog, ya que me vinieron a la memoria algunos de os distintos temas que se tratan en la primera, Matar a un ruiseñor. Desde la justicia racial, el coraje del protagonista, hasta la muerte de la inocencia, que se representa en un ruiseñor. Y es precisamente, la muerte de esa inocencia, junto con las expectativas e ilusiones que tiene todo ser humano, y el coraje con el que se enfrenta el padre de la protagonista, Atticus Finch, un abogado sencillo, luchador e íntegro en la América sureña de los años 30, y que lucha precisamente por esa inocencia, representada en un hombre de color acusado injustamente, no solo por su raza, sino por una sociedad sureña que no entiende, incluso hoy, de igualdad y de justicia.

Quizás por eso no me gusta tanto la segunda parte, en la que la protagonista, Scout Finch – Jean Louis­, vuelve a su ciudad natal en los años 50, y la situación y la actitud de su padre en defensa de los derechos civiles ha cambiado, a una actitud más conformista, lo que le genera un conflicto interno que es el eje de toda la novela. Como dice la autora en la contraportada de esta segunda parte: «La isla de cada ser humano, el vigía por el que tiene que responder cada uno, es, sin lugar a dudas, la propia conciencia«.

Así pues, tenemos dos conexiones de un lado la muerte de la inocencia y de otro la conciencia del ser humano, junto a la lucha y el coraje por un caso que a todas luces parece insalvable. ¿Os suena?, un caso complejo en el que nadie cree y que necesita del coraje de un profesional, un abogado que sí cree en esa persona, en su inocencia, con independencia de su raza, y que pese a todas las circunstancias adversas lucha por él.

mano negra            flor blanco y negro

Ahí es a donde me gustaría llegar, a la muerte o utilizando otro termino no tan fuerte al ocaso o crepúsculo de la inocencia, y para contarlo quizá no tendría que acudir a esta novela, basta con referirse sin más a ella, pero con ello quiero animaros a su lectura o la de cualquier otro libro que os ayuda a evadiros de una realidad tan dura con es la vida con el dolor crónico, porque además de estar muy bien escrita son muchas los temas que se reflejan en la misma.

El ocaso de la inocencia se produce en la vida de toda persona cuando comienza la vida adulta, algo inocente es lo que no es destructivo ni dañino, y se suele asemejar a la ingenuidad, no quiero referirme al sentido que se suele dar de carencia de culpabilidad (inocentia, en latín) o de desconocimiento, sino más bien, tomada en términos positivos como una visión dichosa de la vida. Quizás es difícil conectarlo con el dolor crónico o ver una conexión, pero yo lo veo en el sentido que acabo de describir, la visión dichosa del mundo y el estado de vulnerabilidad que nos provoca sufrir un dolor crónico.

En general, y a pesar de vivir en un mundo cada vez más ajeno a los problemas que nos rodean, y en la que parece que los niños y adultos asesinados son de distinta categoría según vivan en un país u otro, incluso centrado o próximo a nuestro círculo más íntimo y social, deberíamos tener una visión positiva de la vida, ser dichosos por lo que tenemos; y en especial por vernos en estado de confort, unos más que otros, pero si lo comparamos, quizá con el sin techo que vemos a través de la ventana, nos podemos sentir tristes pero al tiempo dichosos, por haber nacido en el primer mundo. Desde mi experiencia personal, y aun pasando por muchos bajones y estados de ánimo muy diversos, más en estos últimos años, sé que soy una privilegiada, tengo acceso a la mejor sanidad del mundo, puedo ir a un psicoterapeuta, qué no pueden controlar mi dolor, eso ya no depende de mí, pero sí depende de nosotros mostrar el coraje suficiente para parar los pies a aquellos que nos minusvaloran, nos critican o simplemente no nos comprende. El mundo se ha vuelto tan ciego, que no es capaz de verse a sí mismo. Es fácil decirlo, lo difícil es poner esto en práctica, y muchas veces pienso que me tendría que aplicar más en aquello de lo que escribo, y que al final no me aplico.

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A pesar de ello, y sabiendo que todos somos vulnerables a las acciones externas o internas, siempre nos debería quedar un grado de inocencia frente a aquellas situaciones que se nos presentan en la vida y que son difíciles de afrontar. Quizá para una persona con menos recursos, o nacida en un país menos desarrollado, vería esta idea como banal, porque él solo busca qué dar de comer a sus hijos o simplemente vivir, pero como os he dicho el grado de inocencia varía mucha en las personas.

La entrada del dolor crónico en la vida de una persona, por la causa que sea, provoca que con el tiempo que seamos más vulnerables, y excesivamente sensibles ¿o no?, -esta es mi opinión, pero puede haber otras-, que no quede nada o muy poco de esa inocencia, aunque no por ello se nos pueda calificar de ignorantes. El coraje con el que Atticus Finch (personaje de la novela) se enfrenta a su comunidad, poniendo en peligro su vida y la de los suyos, por creer en la inocencia de su defendido, por la lucha de sus ideales de justicia para todos, con independencia del color y la clase, ha sido y sigue siendo un referente no solo en la literatura, sino en la vida en general.

fotograma de la pelicula

 

(Fotograma de la película, Matar a un ruiseñor)

 

 

 

Esa lucha la llevamos interiorizada los pacientes con dolor crónico como todos aquellos que se enfrentan a una enfermedad que por ser rara, parece injusta. Ninguna enfermedad es justa o injusta, no considero que pasar por esto o por cualquier proceso que conlleve sufrimiento te haga más fuerte y te haga ver la vida de otra forma, y te ayude a valorar más las cosas, valoras los momentos buenos, y no tenemos que ser luchadores ni héroes, solo visibles y comprendidos, aunque no entremos en las estadísticas de éxito terapéutico. Pero esta es una opinión muy personal, y habrá gente que considere lo contrario. En mi opinión, si cuando entra el dolor crónico y se instala en tu vida, cambiándola sin duda, y sin olvidar tus ilusiones así como tantas cosas, lógicamente las expectativas se alteran a medida que va pasando el tiempo y el dolor se va acomodando en tu vida como una parte más de ella. Sin duda, todo cambiará de una manera u otra, no solo tú forma de ser, y llegado el caso te aparta de tu trabajo, de tu vida social; esta situación no va a sacar lo mejor de ti, porque se lo ha llevado por el camino.

Por esta razón “Matar a un ruiseñor” es según su propia autora, Harper Lee, destruir a aquello que no hace daño a nadie, que es indefenso e inocente y que solo están par nuestro deleite, para oír su canto, un ruiseñor. Cuantas veces nos habremos preguntado, ¿por qué a mí?, en la ruleta rusa de la vida qué he hecho para que me toque esta enfermedad invisible o cualquier otra enfermedad rara o no, cuando te convierten con el paso del tiempo en un caso complejo, y que a mí personalmente me está destruyendo por dentro física y mentalmente. No todos deben pensar igual, porque hay persona que a pesar de sufrir dolor crónico son muy fuertes mentalmente, y no caen en estas preguntas que me hago yo, y no sienten esa vulnerabilidad, aunque es difícil que no se vean o sientan extremadamente sensibles.bombilla

Junto a la pérdida de la inocencia, en la citada novela está el otro gran tema, la lucha y el coraje de un abogado por luchar contra la injusticia. Con ello no quiero decir que nos falten profesionales médicos implicados en la lucha contra el dolor crónico, que creo que es el rol o papel más difícil de desempeñar en la medicina moderna. Pensemos fríamente, un profesional que debe aliviar el dolor de un paciente, se encuentra con una papel muy difícil, quizá tanto como el de Atticus en su lucha por la en defensa de Tom Robinson (el acusado), pero ahí está hasta el final, y a pesar de las posteriores circunstancias. Una de las lecciones que Atticus el abogado quiere dar a su hija Scout, la protagonista, es que –como señala la autora– «nunca comprendes verdaderamente a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista, hasta que te metes en su piel y caminas en ella«. Es difícil que un profesional sanitario se ponga en nuestra piel, que ponga todo su coraje ante un caso difícil y tire hacia adelante, porque demás aquí no se puede garantizar el resultado. Es cierto que alguno existe, pero es humano que con el tiempo perdería una necesaria objetividad para tratar el tema, y no desconectaría de su faceta profesional, con lo que perdería su vida personal. Ahora bien, el coraje y la lucha deberían continuar una vez que has comenzado y continuarías, suceda lo que suceda. Como señala el Dr. A. Vidal: “La medicina no se pueden aplicar los procesos productivos que diseñó el fordismo hace un siglo, básicamente porque actuamos con una materia prima mucho más voluble que la piel de un zapato o la chapa de un vehículo: trabajamos con personas y cada cual es diferente al contiguo y al inmediato, y los resultados variarán conforme a las facultades y singularidades del afectado o la afectada”. Sobre todo porque se trabaja con personas (http://consalud.es/profesionales/profesionales/profesionales/opinion/medicina-transparente-36334)

Si esto no ocurre, solo aspiramos a que los demás no nos juzguen sin saber o haber andado con nuestros zapatos diarios, y en la piel que nos ha mudado desde aquel día que el dolor entró en nuestras vidas. Este tema lo dejo para otra entrada.

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Es por todo ello, que la segunda parte, Ve y pon un centinela, no me agradó tanto como la anterior, porque ese abogado idealista en el que su hija Scout (Jean Louis) ve a un centinela, un referente; cuando regresa a su ciudad natal en la década de los 50 y en plena explosión de los derechos civiles en la américa sureña, pasa a una situación conformista, que no quiere luchar como lo hiciera antes, y precisamente ese conflicto interno es la trama de la obra. Ahora bien, esto nos ocurre a todos, aunque no debiera ser así, llegados a un punto nos terminamos conformando con la situación, bien porque ya estamos cansados o porque el paso por distintos profesionales, te hace conformarte, estás cansado de luchar y peregrinar creándote unas expectativas que se derrumban, porque los primeros que se conforman son los profesionales que se enfrentan a uno o varios casos complejos. Es cierto que lo único contra lo que hay que emplear nuestro coraje, que no lucha, es contra nuestro conformismo, al igual que no podemos pasar de largo contra el sufrimiento ajeno, no deberíamos rendirnos contra el nuestro. Ahí reside nuestra particular meta.

Como indica la autora en palabras que le dirige a Scout su tío Jack, «la isla de cada ser humano, Jean Louise, el centinela de cada uno, es su conciencia”.

ajedrez

19 comentarios sobre “«Matar a un ruiseñor» (coraje frente al dolor).

    1. Gracias,por expresar con las palabras lo que a algunos nos esta tocando vivir tan duramente.Son muchas las ocasiones en que me alegro de que las personas no me entiendan porque significa que nunca han sentido tal dolor.

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    2. Magnífica lectura!
      Mi más sincera enhorabuena tanto por tus palabras de aliento como por la forma de enfrentarte al dolor físico y emocional.
      Sé lo que es sufrir una gran depresión, padecer un dolor crónico paralizante a todos los niveles y en esa lucha estoy.
      Gracias por permitir que todos podamos leer tu mensaje de esperanza y a la vez poder enviarte un rayo de luz en tu lucha.
      Un abrazo

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  1. Hola, has expuesto de manera magistral cada uno de los sentimientos que tenemos las personas que tenemos dolor crónico. Soy una enferma de Miopatía Mitocondrial, y hoy mismo por un sobre esfuerzo de ayer, estoy toda dolorida y con fiebre. Un gran abrazo. Pero suavecito.

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  2. ¡Felicidades por éste necesario artículo!
    Tengo una amiga que sufre una mal llamada enfermedad rara y hasta que no ‘te ponen en su piel’ explicando en qué consiste su sufriverdadero, uno a menudo ni es capaz de imaginar algo así o de empatizar ante lo desconocido. Sin duda cada cuál tenemos nuestra propia percepción del mundo y más aún del propio, tanto del interior como del exterior.
    ¡Hay personas que tras sufrir alguna gran desventura, por llamarlo de alguna manera, ha comenzado realmente a VIVIR, tras descubrir lo mejor de sí mismo para compartirlo con los demás! Mi más sincera admiración ante todas las personas de buen corazón que hacen todo lo mejor posible para dar lo mejor, incluso cuando a veces no es tan fácil.
    Nos amo. Namaste.

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  3. ¡Qué de palabras conocidas por mí!
    El dolor crónico me hace vulnerable, ahora soy mucho más sensible. Por supuesto no quiero conformarme y pongo todo el coraje que puedo para ir en contra de actitudes conformistas, tanto mía como ajenas frente a la complejidad de paliar mi dolor. No me queda más remedio que ser una luchadora, pero no para buscar medallas, ni para que me consideren una súper mujer, quiero dar visibilidad y que se comprenda lo que es vivir con dolor crónico, quita mucho y da nada.

    Eres muy grande Leo, ❤️💋

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