“Complejidad” un palabra común para hablar del dolor crónico (parte II)

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No me quiero conformar porque sea uno más de los casos complejos, a veces dudo, pero creo que ya fue suficiente. Si no lo hago por mí al menos lo intentaré para dejar un mensaje a los que vienen detrás. Quiero entender que mi situación actual no define mi destino final.

Siguiendo con la entrada anterior, veamos como la complejidad conecta con otros aspectos, que veremos en esta segunda parte.

 

Los casos complejos o difíciles entran y salen de las estadísticas, según el punto de vista de quien los examina. Es decir, si no respondes a los tratamientos, entras en las cifras de este % de pacientes rebeldes, o por el contrario, sales del patrón y del % por la misma razón, “deberías de…” y entonces otra es la causa, sin duda, serás tú.

A pesar de todo, que te quedes más o menos tiempo en ese cajón de los desahucios o complejos, va a depender en la mayoría de los casos de tu insistencia y tesón para salir de él, y muchas veces de la suerte, cuando debería ser lo contrario, pero todos sabemos, que la realidad es la que es por mucho que no nos guste, y nunca debemos olvidar que existe un derecho humano al alivio del dolor.

Es por ello que quiero seguir compartiendo este pensamiento o idea de la «complejidad», para que, si es posible vaya calando en el colectivo en el que tiene que recaer –en el de los profesionales-, y no en el del paciente que tantas veces se ve desbordado, y con la carga a cuestas de soportar el dolor físico y emocional, y que le califiquen de doliente, con falta de optimismo y ánimo, que psicosomatiza en demasía todo, o que resulta simplemente un paciente “difícil”; cuando la verdad la sabemos todos, y es muy distinta, el problema reside en la enfermedad que nos está devorando poco a poco los mejores años de una vida, que no volverán, ni los sueños, ni las oportunidades, ni aquello que tuviste que dejar de seguir haciendo a pesar de tu voluntad y optimismo, lo que socava aún más tu dolor.

Somos incapaces de desentrañar la complejidad del mundo, así que nos contamos un cuento simplificador para poder decidir y reducir la ansiedad que nos crea que sea incomprensible e imprevisible (D. Kahneman, psicólogo, en 2002, conjuntamente con Vernon Smith, le fue concedido el «Premio Nobel» de Economía por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre).

He escuchado y leído a los profesionales de la salud que, muchas veces, les resulta más sencillo poner un corazón nuevo que arreglar uno que ya no funciona, y creo que están en lo cierto, pues cuando los organismos ya han soportado la carga de demasiados tratamientos y están rotos, solo quedará la alternativa de que el profesional considere que se hizo todo lo posible, y que te acostumbres o adaptes a la situación que ya conoces, no caminan con tus zapatos, por muy empáticos que quieran o puedan ser, pues no deja de ser un dolor crónico benigno, aunque para ti siga siendo el peor del mundo.

¿Quién se debe rendir primero, en mi opinión, ninguno de los dos?

¿Dónde está la conocida como resiliencia de los profesionales y del propio paciente? Si como paciente estoy en el bando malo o del sufridor y aun así, puedo tener o al menos intentarlo la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar (eso sí, cada vez menos) el dolor en fuerza motora para superarme día a día y salir de aquellas; no debería tener dicha capacidad quien me debe aliviar ese dolor. Quizá es otra quimera de las muchas que me he planteado a lo largo de este blog, en mi vida diaria (siempre me estoy haciendo demasiadas preguntas ¿?), pero no me digas que todo ello es debido a que soy un caso complejo, estoy harta de escuchar siempre el mismo mantra. Porque si tienes la capacidad necesaria para poner todos los medios a tu alcance, y se han agotado y no hay nada más en un horizonte cercano, haremos una tregua, a veces es necesario, todos la necesitamos aunque el dolor siga, y aunque la vida duela. En cualquier caso, esto no significará que el camino haya llegado a su fin, porque sabemos todos cuando se acaban los problemas.

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Escribiendo esta entrada vienen a mi algunas ideas de la teoría del desasimiento, que expuso magníficamente mi paisano Miguel de Delibes en su novela La sombra del ciprés es alargada, y fue ganadora del premio Nadal en 1948. De manera breve explicaré que según esa hipótesis, no se deben echar raíces en ningún sitio, como una forma de obtener un falso beneficio de no sufrir, de no perder más, siendo dicha facultad común a todos los mortales, de la que ninguno está desheredado, pues reside en la cabeza, y se puede torcer cuando se usa la razón. Las posibilidades de la felicidad, según esta teoría, estriban el que dicha capacidad resulte más o menos elástica.

Al lector de esta entrada este enlace de la teoría del desasimiento y la complejidad del dolor le puede resultar equívoca o desacertada, pero es lo que tiene la libertad de quien escribe este blog. Os explicaré un poco, Pedro, el protagonista de la citada obra de Delibes, creció en la citada teoría, y en la novela se puede leer: vivir es ir perdiendo, me decía; e incluso, aunque parezca aparentemente que se gana, a lo largo nos damos cuenta de que el falso beneficio se trueca en una pérdida más. No quiero que la facultad del desasimiento, pensada quizá para no sufrir o cargar en demasía, enraíce en mí por tener un dolor complejo o por la complejidad del dolor, ni me gustaría que tampoco fuera la opción elegida por ciertos profesionales, es decir, la de no echar raíces ante lo que yo calificaría retos. Pero es algo que, como siempre he expresado, me gustaría encontrarme cuando tengo un profesional que se enfrenta a un caso de estos, aunque también puedo entender que decida no echar raíces en el mismo y se implique lo justo pues perderían, según algunos cognición y objetividad, pero ¿no ganarían algo que no tiene precio? No es necesario una implicación máxima, solo la necesaria para sacar al paciente del cajón de los desheredados.

roots

No importa cuán exótica se vuelva la civilización humana, no importa el desarrollo de la vida y la sociedad ni la complejidad de las relaciones máquina-hombre; sea como sea, siempre se producen interludios de solitario poder durante los cuales el curso de la humanidad, el auténtico futuro de la humanidad, depende de las acciones relativamente simples de una sola individualidad. ―Frank Herbert (escritor estadounidense 1920-1986).

La meta no se vislumbra y la carrera va a ser larga, no sabemos cuan larga, pero nadie nos dijo que fuera imposible llegar a la meta, aunque no hubiera recompensa final, una vida sin dolor, un nada, pero si al menos una vida más normalizada y que nos permita recuperar la sonrisa, y el aliento en cada brazada, aunque tengamos que nadar y nadar.

humanidad final

4 comentarios sobre ““Complejidad” un palabra común para hablar del dolor crónico (parte II)

  1. Desprenderse es lo que muchos profesionales sanitarios hacen, quizás por la certeza del fracaso o mejor dicho del escaso éxito, ya que siempre se puede cuidar, así evitan herir su propio ego. Mucha fuerza amiga, aunque sé lo que cuesta mantenerla.

    Un cálido y virtual abrazo,🤗
    Una sufridora más

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